Camila y El encuentro final de Maris
- Adriana Delgado
- 11 dic 2017
- 4 Min. de lectura

02 Octubre, 2011.- No cabe duda que los momentos llegan, nos acercan y deciden. Así fue como Camila llegó a mí, en una tarde de sábado, en el cual me dirigí a mi encuentro con Maris en Santa Fe. Mi amigo Rubén me había comentado días atrás sobre la posibilidad de que mi acercamiento con la poesía podría ser de gran ayuda como apoyo para elevar mi confianza y alejar el estrés.
En esos momentos me encontraba muy sensible y reflexionaba sobre el sentido de la vida, porque en días pasados una persona cercana a mí había muerto de cáncer, y tratando de comprender ese sentimiento que te embarga al intuir que la muerte había pasado justo frente a ti, y sobre todo la conmoción de sentimientos que se revuelven en tu espíritu, tratando de analizar desde la profundidad de tu alma, el cuestionamiento sobre lo vivido, la vida y lo que se vivirá.
En esos significativos momentos te bloqueas, no quieres enfrentar la verdad, la vida, tus recuerdos, pasiones, decepciones y lo incierto que se puede presentar el futuro, sobre todo esos instantes que te alejan un poco de la realidad y que te muestran a gritos la fragilidad de la vida, y que nos dicen de cualquier manera vive, goza, sufre, levántate, añora.
De esta manera fue como Camila llegó a mi vida. Tratando de encontrar ese escape de la realidad, me dirigí hacia el encuentro final de Maris. Incrédula de que este acto de adquirir un libro pudiera calmar esta lucha de sensaciones y pensamientos sobre la vida, la muerte, mis preocupaciones, mis confrontaciones, mis ausencias y mis presencias.
Cuando me encaminaba a la librería, un impulso hizo voltear mi cabeza hacia la tienda de mascotas cercana a mí, me dirigí con la ignorancia de la suma de sentimientos que provocaría este encuentro que dejó de ser de Maris para ser el de Camila. Solicité al encargado me mostrara a los Shia Tzu --con la certeza de mi desconocimiento de las razas caninas--, cuando voltee había dos aguerridos vendedores con varios machos y hembras de diferentes tonalidades y con edad promedio de un mes.
Sentí emoción ante la colorida variedad de los cachorros, y repentinamente sentí que una luz emergía tras la profunda oscuridad, una energía magnética me sacudió y busqué con instinto de hambriento. Mis ojos se fijaron en una pequeña y peluda perrita de color crema con rayitos cafés, ¡sí había encontrado a Cami! Con la inocencia de una niña pregunté emocionada por la mascota.
Los ojos del vendedor voltearon con desdén, quizá al intuir que la venta se truncaría y exclamó con desgano: Ah ésa, ésa es una Ihasa Apso y tiene el 20% de descuento por que está vieja. En ese momento mi mente no procesó los que mis oídos escuchaban.
Un líquido rojizo con sabor ácido recorría con la velocidad del dolor ante un desgarre, inundando la sangre, cuerpo, corazón, y con indignación pregunté ¿cómo vieja? y contesto: sí
tiene cinco meses y cuando pasan de cierta edad tienen descuento, y a ésta nadie se la ha querido llevar.
Entre más viejo se es todo pasa al olvido, o se le pone adjetivos que califican la edad y la dignidad, en esta deshumanizada comercialización que rige nuestras vidas.
En este caso, Camila no tenia ni idea de mi razonamiento cruel, pero es cierto, esta sociedad degrada a las personas por la edad; por la vejez pierden su trabajo; con los años dejan de ser bellas físicamente, sin pensar que la edad genera un brillo de la madurez y la sensibilidad, que hace que la belleza sea insuperable, por la edad, los viejos son olvidados por los hijos cuando no éstos no necesitan más de sus cuidados, por la edad, las mujeres nos auto devaluamos
por los cánones de la belleza impuestos por la mercadotecnia, olvidando por completo que la belleza radica en la seguridad de sentirnos libres, independientes, inteligentes, audaces, sensibles, elocuentes, fuertes, guerreras.
Por la edad, los hombres se arrastran a la superficialidad, sin darse cuenta que en la calvicie y arrugas está algo superior: el conocimiento de ser mejor, de acceder a un estado superior de humanidad. Suspiré y con decisión le pedí al vendedor que arreglara los papeles para adoptar a Cami; con la conciencia de amarla, cuidarla con madurez y entrega, y pensé, total, para el amor no hay edad.
Un buen amigo me envío esto y se los comparto: Siendo yo médico veterinario, fui llamado para examinar a un sabueso irlandés de 10 años de edad llamado Belker. Examiné a Belker y descubrí que se estaba muriendo.
Dije a su familia que no podía hacer nada por su mascota.
Shane, un niño quien era dueño del animal pareció aceptar la transición sin ninguna dificultad o confusión. Nos sentamos todos por un momento preguntándonos el por qué del lamentable hecho de que la vida de las mascotas sea más corta que la de los humanos. Shane, quien había estado escuchando atentamente, dijo: “Yo sé porqué”. Sorprendidos, todos volteamos a mirarlo. Lo que dijo a continuación fue lo más maravilloso que había escuchado en mi vida, no me esperaba una explicación más reconfortante que ésta. En ese momento, cambió mi forma de ver la vida. Dijo:”La gente viene al mundo para aprender cómo vivir una buena vida, cómo amar a los demás todo el tiempo y ser buenas personas, ¿verdad?”.
El niño de seis años continuó: “Bueno, como los perros ya saben como hacer todo eso, no tienen que quedarse tanto tiempo como nosotros”.
Ante lo relatado anteriormente, mis cavilaciones alrededor de la muerte y la vida se intensificaron y por conclusión fragué lo siguiente:
∙ Vive sencillamente. ∙ Ama generosamente. ∙ Quiere profundamente. ∙ Habla amablemente. Recuerda, si un perro fuera tu maestro, aprenderías cosas como: Cuando tus seres queridos llegan a casa, siempre corre a saludarlos. Nunca dejes pasar una oportunidad para ir a pasear. ∙ Deja que la experiencia del aire fresco y del viento en tu cara sea un éxtasis.
∙ Duerme la siesta. Estírate antes de levantarte. Corre, salta y juegatodos los días. Mejora tu atención y deja que la gente te toque y acaricie. Evita morder, un simple gruñido sería suficiente. En días de sol, recuéstate de espaldas en el pasto. Cuando haga mucho calor, toma mucha agua y descansa de tus fatigas a la sombra de un árbol. Cuando estés feliz, baila y mueve todo tu cuerpo.
Deléitate en la alegría simple de una larga caminata. Nunca pretendas ser algo que no eres. Si lo que deseas está enterrado, escarba hasta que lo encuentres. Cuando alguien tenga un mal día , quédate en silencio, estoica y eterna como el mar.