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México First

  • Adriana Delgado
  • 6 feb 2018
  • 3 Min. de lectura
En la renegociación del TLCAN, la administración Trump ha ido dándose cuenta de que nuestro país es un socio comercial mucho más importante de lo que se ve

¿Y si dejamos de poner en el debate el sí o no a la renegociación del TLC y la construcción del muro de Trump? ¿Y si generamos políticas públicas que den esperanza a los dreamers para que regresen con orgullo a nuestro país? ¿Y si imponemos el requisito de una visa a los ciudadanos estadounidenses? ¿Deshacernos de los norteamericanos que cometan conductas indeseables?


Queda claro que los dreamers en México representarían mentes y mano de obra valiosísima, pero entonces llegó la hora de hacer propuestas.


Si Donald Trump mantiene su objetivo de construir un muro, pues que lo haga. De acuerdo con The Wall Street Journal, nada más el proceso de expropiación de terrenos para construirlo costaría millones de dólares y años de procesos legales.


El presidente mexicano que firmó el TLC en 1994, Carlos Salinas de Gortari, explica en un reportaje de Azteca Documentales que los 5 millones de empleos perdidos que Trump argumenta, no se deben al acuerdo comercial.


Estados como Ohio, Michigan o Pensilvania que forman parte del llamado Rust Belt (cinturón oxidado), comenzaron a perder empleos en las manufacturas desde los sesentas porque cambiaron el enfoque de una economía industrial a una de servicios.


Las manufacturas no están en México porque el TLCAN las haya sacado de EU, aunque el costo de la mano de obra y otras ventajas que ofrece nuestro país son importantes. De acuerdo con Luis de la Calle, uno de los negociadores originales del acuerdo, México le vende el 28 por ciento de las autopartes a su vecino del norte. Si la frontera se cerrara un solo día, no habría manera de hacer funcionar una planta de producción de automóviles en Michigan, Illinois u Ohio.


En la renegociación del TLC, la administración Trump ha ido dándose cuenta de que nuestro país es un socio comercial mucho más importante de lo que se ve.


Si el acuerdo comercial llegara a su fin, tampoco sería un escenario catastrófico. En automático entrarían en vigor reglas de la Organización Mundial de Comercio y ahí México la lleva de ganar. Las estimaciones de la Secretaría de Economía y el Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior son que el 70 por ciento de las exportaciones a EU no pagarían aranceles mientras que el 30 por ciento restante enfrentaría una tasa promedio de 3 por ciento.


Eso sin contar que la muy probable apreciación del dólar terminaría no siendo necesariamente una mala noticia porque compensaría el mayor costo de exportar a Estados Unidos.


Por otra parte, hay que recordar que dentro de la OMC los países desarrollados aceptaron que los que no lo son tanto puedan aplicar aranceles más altos. Cuando EU se integró a ese organismo internacional, se comprometió a no subir los impuestos a las importaciones a más de 3.5 por ciento mientras que México puede llevarlos hasta niveles del 35 por ciento.


Suena bien, ¿no? Pero ¿qué más tenemos que hacer para que México sea capaz de ofrecer oportunidades reales en su propio territorio y expandir sus mercados al resto del mundo? Puesta la pregunta sobre la mesa, ¿cuál opción política sería la más viable para lograrlo?


Por Adriana Delgado Directora de Azteca Opinión


Artículo publicado en El Heraldo de México

https://heraldodemexico.com.mx/opinion/mexico-first/

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