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2000-PRI


El de 2000 fue el primer ejercicio de alternancia mexicana que dejó muchas lecciones para nuestro sistema democrático

“A mí no me ganó Fox, a mí me ganó Zedillo”, asegura Francisco Labastida Ochoa, 18 años después de que perdió la Presidencia. La primera vez que el PRI no ganó la elección en sus entonces siete décadas de historia. Sin embargo, la pregunta continúa y tiene vigencia. ¿Por qué perdió Labastida? Su derrota estuvo precedida de diversos factores: las duras reformas de ese sexenio en materia de seguridad social y fiscal, el rescate de los bancos, la brutal crisis económica de 1995 y, sobre todo, la distancia que tomó el Presidente con el partido. Hoy, varios priistas todavía afirman que pactó la elección con Fox. El tricolor ensayaba una democracia interna que nunca cuajó y lo dejó debilitado. El paso de Labastida por Gobernación había sido un administrar el desgaste de siete décadas de gobierno y las graves crisis políticas y económicas de entonces. Así, el partido se presentó dividido a la elección de 2000, no logró superar la ruptura durante la campaña y ya había perdido su papel de gestor social. Se alejó de las bases y minimizó el voto de los jóvenes que comenzaron a enterarse de la política con las nuevas tecnologías. A todo eso se sumó la falta de una estrategia electoral, de discurso y la desorganización del equipo del candidato. Confiaron en una estructura desgastada y utilizada solo para mítines. El llamado voto verde dejó de serlo. Militantes que habían trabajado en las bases de partido esperando una oportunidad fueron excluidos. Una generación de jóvenes priistas hechos a un lado por los viejos, acostumbrados a la usanza del régimen de partido casi único. Vicente Fox, en cambio, fue un personaje taquillero. La bandera de “sacar a patadas al PRI de Los Pinos” prendió en electores cansados del partido en el poder y de las políticas gubernamentales. Al Revolucionario Institucional no le alcanzó su estructura, la maquinaria, para cerrar el paso al voto anti sistema. La influencia del discurso del candidato de Acción Nacional y el denominado “efecto Fox” tuvo tal impacto en los electores que por primera vez su partido se llevó un poco más de un tercio de los distritos electorales en disputa y 47 de las 128 curules en el Senado. De las 500 diputaciones, el PRI únicamente logró quedarse con 206, es decir, 33 menos que en la legislatura anterior. Aunque terminaron no siendo tan buenas noticias. Con un Congreso así de fraccionado, desde su primera minoría en el Senado y aun sin votos suficientes para una mayoría simple en la Cámara de Diputados, el PRI tenía la posibilidad de cerrar el paso a la mayoría de las iniciativas foxistas, por lo que negociar todo era la única opción. Fox ganó la Presidencia con 15.9 millones de votos, 42.56 por ciento de la votación nacional y casi siete millones más de los que obtuvo Diego Fernández de Cevallos en la elección de 1994, mientras que Labastida quedó en segundo lugar con 13.5 millones de sufragios que representaron 36.08 por ciento y un retroceso de 3.6 millones respecto de los obtenidos por Zedillo. Cuauhtémoc Cárdenas apenas consiguió 3.2 millones de votos, 12.02 por ciento, varios de los cuales se los había quitado al PRI, contribuyendo así a su derrota en las casillas. El de 2000 fue el primer ejercicio de alternancia mexicana que dejó muchas lecciones para nuestro sistema democrático.


DIRECTORA DE AZTECA OPINIÓN


Artículo publicado en El Heraldo de México el 28 de febrero de 2018

https://heraldodemexico.com.mx/opinion/adriana-delgado-ruiz-2000-pri/

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