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Se agotó la mentira

  • Adriana Delgado,
  • 19 jul 2018
  • 2 Min. de lectura

Cuando fallan los candidatos, culpan a las estructuras. Nada más alejado de la verdad. Fallan los discursos, la congruencia y las acciones de gobierno

Las estructuras de partidos y el voto útil harán ganar a Meade, afirmaba Luis Castro, presidente de Nueva Alianza. Antorcha Campesina prometió 2 millones 400 mil votos. El sindicato de maestros, 320 mil. El PRI hacía cálculos sumando las cuotas corporativas de su estructura. Los actos de campaña del candidato presidencial eran con las militancias locales para pedirles que sudaran la camiseta.


El resultado: un escandaloso tercer lugar con 20.8 millones de votos menos que el ganador. ¿Confiar en las estructuras? Las estructuras son ciudadanos que actúan por convencimiento. Pensar que el dinero cambia una convicción, es un error.


En los viejos días en que el voto se compraba o coaccionaba, las personas que ocupaban para ello autojustificaban la simulación con el viejo dicho “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”. Hoy, la gente tiene mucho más acceso a las noticias y al análisis. Engañarla no es opción.


Cuando fallan los candidatos, culpan a las estructuras. Nada más alejado de la verdad. Fallan los discursos, la congruencia y las acciones de gobierno. Corrupción, pobreza e inseguridad.

Eso las desanima. No dan lealtad a quien no la gana.


Tras la derrota electoral del 2000, en la XVIII Asamblea Nacional del PRI, en Ixtapan de la Sal, sus legisladores de todo el país reconocieron que el fracaso se debió a que faltó trabajar con las bases. No había entendimiento político entre los candidatos, los dirigentes y los sectores. “Cambiaron el mundo, las leyes, las estructuras, los intereses del pueblo; todo cambió, menos nosotros”.


Roberto Madrazo, el dirigente llegado cuatro meses después, apareció como la figura opositora al zedillismo, que se veía como el culpable de la debacle; sin embargo, su gestión no aplicó las reflexiones surgidas de aquella emblemática asamblea, como la preocupación por las nuevas generaciones y formar nuevos cuadros.


De hecho, obtuvo para sí mismo la candidatura presidencial de 2006, quedando en un lejano tercer lugar con 5.4 millones de votos menos que el segundo.


Andrés Manuel López Obrador perdió esa contienda presidencial con apenas 0.56 por ciento de diferencia. ¿Qué hizo durante los siguientes 12 años hasta lograr el triunfo y además de la manera contundente con que lo hizo? Construir estructura. Recorrió varias veces el país, organizó asambleas, edificó un partido, creó marca y sumó lealtades por convencimiento.


¿Llegó el momento de que el PRI siga ese camino? Falta ver si continuará la repetición de errores.

“El problema más serio del partido no es que corra el riesgo de desaparecer, sino que los carroñeros se apropien del partido para recibir las canonjías, los privilegios, las partidas que da el INE o para vender los favores políticos correspondientes”, dice la voz de la experiencia del primer candidato presidencial derrotado, Francisco Labastida.


Esta vez, mantener las mismas estructuras tendría un costo letal.

ADRIANA DELGADO RUIZ

Artículo publicado en El Heraldo de México

https://heraldodemexico.com.mx/opinion/adriana-delgado-ruiz-se-agoto-la-mentira/

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