Productividad vs. burocracia
El problema es empatar la ley con la cultura. Ésa no cambia de la noche a la mañana.
Cuando quede atrás la idea de que la productividad y la burocracia son cosas opuestas, la normatividad que convierte a la eficiencia en un concepto penado, la mentalidad de que el presupuesto es para ejercerse a como dé lugar o ser sujeto de sanción por ahorrarlo, y la suposición de que una entidad estatal no está obligada a ser bien administrada, entonces tendremos un gobierno realmente eficaz.
Revisemos como ejemplo el sector energético. La Comisión Federal de Electricidad tuvo pérdidas por 39 mil 864 millones de pesos en el primer semestre de este 2018. Las de Pemex sumaron 49 mil 860 millones, además de caídas continuas en la producción de crudo. ¿Empresas productivas del Estado?
Una de las innovaciones en el papel que trajo la Reforma Energética de 2014 es que dejaron de ser entidades paraestatales. La autonomía técnica, operativa y de gestión es la clave de la diferencia.
Liberarlas de la carga burocrática gubernamental para que pudieran enfrentar a los nuevos competidores privados y, por supuesto, con esa libertad, nuevas obligaciones como las de hacer públicos y transparentes sus estados financieros de la misma manera que los negocios que cotizan en el mercado de valores.
El problema es empatar la ley con la cultura. Ésa no cambia de la noche a la mañana y por decreto. El informe más reciente de la Auditoría Superior de la Federación lo expresa sin tapujos: “Algunas de las revisiones practicadas por la ASF, con motivo de la fiscalización de la Cuenta Pública 2016, a Pemex y a la CFE indican que los resultados de decisiones de negocios tomadas por ambas entidades no reportaron beneficios económicos, ni de otra índole al Estado mexicano”.
Es más: “Los resultados de las revisiones de la ASF constatan que las empresas productivas del Estado han realizado operaciones que han tenido como consecuencia pérdidas en los negocios emprendidos”, expresa el documento, afirmación que acredita con ejemplos de diversas auditorías como la compra del Grupo Fertinal por parte de Pemex que ocasionó una pérdida integral neta de más de 565 millones o la adquisición de energía eléctrica por parte de CFE a productores externos a precios muy elevados.
El gran problema es que la Reforma dice que el propietario de ambas empresas es el gobierno federal, o sea que además de no ganar, son nuestros impuestos los que pagan esas pérdidas.
¿Modelo equivocado o revolucionar la cultura? La superempresa estatal energética de Noruega, Statoil, reportó utilidades por 4 mil 598 millones de dólares en 2017. Tiene una visión clara de largo plazo.
Cambiará de nombre a Equinor para poner el acento en las energías renovables e ir dejando atrás a los combustibles fósiles. Se rige con políticas de responsabilidad tan claras como no hacer negocios con dictaduras o regímenes que violan derechos humanos, sus trabajadores gozan de salarios y prestaciones sobresalientes, y aún así cuida la rentabilidad y el flujo de caja en cada segmento de negocio.
Sí se puede ¿no?