Laberintos de la incongruencia
- Adriana Delgado
- 8 oct 2018
- 3 Min. de lectura

Lo que sí tenemos es más conciencia. Hoy, frases como “el que no transa no avanza” nos hacen cada vez menos gracia.
La obra cumbre del gran Octavio Paz sigue siendo un análisis muy vigente de la psique y la moralidad mexicana a la que describe y critica magistralmente El Laberinto de la Soledad.
“La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes –los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables– se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos –especialmente entre la casta de los “políticos”, esto es, de los profesionales de los negocios públicos– es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de ‘lambiscones’”.
Tras la negociación del ahora USMCA celebramos con un ‘ya chingamos’, pero a la hora de los análisis, la percepción terminó siendo que nos chingaron. Ya no será posible venderle a Estados Unidos manufacturas con componentes chinos y sí subirán los sueldos de los mexicanos pero a un costo no tan ventajoso. ¿Tenemos que aguantar esas cosas porque no tenemos capacidad de competir?
El afán de chingar o ser dominados por el chingón nos tiene como la economía 15 de mundo cuando podríamos ser fácilmente la 10 o la 8, pero además somos la 71 en cuanto a distribución del ingreso y la 77 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. ¿Tiene que ser así? La primera economía del orbe, la estadounidense, está en el lugar 8 en distribución del ingreso. Necesitamos una clase media pujante y menos pobres que lo sean cada vez menos.
Lo que sí tenemos es más conciencia. Hoy, frases como “el que no transa no avanza” nos hacen cada vez menos gracia. El estereotipo de los cangrejos en una cubeta en que todos jalan al que busca salir y avanzar, ya nos molesta. Pero seguimos lidiando con afrentas y conductas reprobables y dañinas.
Del cero al 100, México está calificado con 29 en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional. La calificación de Canadá es de 82. Seguimos lidiando con casos escandalosos como el de los Duarte con sus fortunas mal habidas a costa de los mexicanos y penas de absurdo y más indignación.
Enfrentamos todavía egoísmos que no permiten construir un proyecto de país para el largo plazo. Gobiernos que llegan a cambiar lo bueno y lo malo de sus antecesores, comprometiéndose a la sobriedad y la austeridad, pero con incongruencias entre el decir y el hacer.
Por fin hablamos de organigramas horizontales, condenamos toda forma de discriminación y en términos generales señalamos con el índice al gandalla y al abusivo. No es suficiente. Lo que nos queda como esperanza es que los jóvenes millennials o los que siguen sean los impulsores del verdadero cambio.
@ADRIDELGADORUIZ
Artículo publicado en El Heraldo de México
https://heraldodemexico.com.mx/opinion/laberintos-de-la-incongruencia/