Si transas… no avanzas
- Adriana Delgado Ruiz
- 3 dic 2018
- 2 Min. de lectura

López Obrador acepta que el nombre es una provocación “para promover el debate, porque esto se ha dejado de lado durante mucho tiempo”. Hay que decirlo, una forma congruente de plantear su gobierno, acorde con su discurso.
¿Una Constitución Moral? El cuestionamiento mayor de los detractores de esta idea es si el gobierno tiene la atribución y la calidad para una convocatoria así. Es parte del debate, pero como una forma de reflexión social, sí es un ejercicio valioso.
Algo que los mexicanos queremos es congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. JesúsRamírez, vocero del gobierno federal, dijo que “México se ha visto sumergido en un proceso de decadencia acelerada con un sistema político corrupto y un modelo económico neoliberalcentrado en algunas ideas que han promovido la privatización de los bienes comunes y de los presupuestos, la concentración de la riqueza a costa de la pobreza, la violencia desbordada y la degradación de la vida institucional”.
En sintonía, como lo comenta el columnista Mario Maldonado, el equipo económico del nuevo gobierno ha tomado como un referente importante al economista y académico turco Dani Rodrik, quien postula que “los mercados globales sufren una gobernanza débil y, por lo tanto, son propensos a la inestabilidad, la ineficiencia y una débil legitimidad popular”, por lo que plantea que los gobiernos y el mercado no se sustituyen, sino se complementan y que el capitalismo no significa un modelo único, sino diversas combinaciones de acuerdos institucionales para lograr el bienestar social.
Pero en la fórmula también hay que incluir la corrupción lacerante y la descomposición que sufrimos como sociedad. Verónica Velasco, integrante del equipo para el desarrollo de la Constitución Moral, dice que “para poder reinventarnos hay que repensarnos, llevamos tanto tiempo en la lógica de la corrupción, la impunidad y la violencia que algunos sectores y personas han perdido el norte y por eso llaman ‘perdedor’, ‘tonto’ al que respeta las reglas y aplauden al que hace trampa, al que miente, al que es corrupto”.
Quitarnos ese estigma nos permitirá avanzar democráticamente, revalorar el servicio público y permitirnos volver a confiar unos en otros. Queda claro que un proyecto como éste no es un tema jurídico, sino un repaso generalizado de nuestros principios de conciencia cívica.
Hay que rearticular la ética y la moral de los funcionarios públicos y la visión que tenemos de ellos. Enrique Galván Ochoa lo deja claro: “En los años que Transparencia Internacional le ha dado seguimiento a México, en ninguno ha aprobado ni sacado notas aprobatorias, siempre ha reprobado en materia de probidad”.
Llegó la hora de acabar con frases y usos. “Sin obras no hay sobras”, “un político pobre es un pobre político”, “el que no transa no avanza”, deben dejar de ser dichos que nos definan, reforzados con impunidad. El voto de confianza inicial para el nuevo mandatario incluye el verlo claro y con la voz de quien llega a cumplir, no a simular.
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