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El olvido de Zongolica


En la sierra veracruzana de Zongolica las comunidades están lejos unas de otras y llegar a cada una es toda una odisea de caminos tan agrestes como peligrosos.

Las casas, en una zona de mucha pobreza, son verdaderos desafíos a las leyes de la física y hasta a fuerzas tan poderosas como la gravedad.

Hablar de esta región de habitantes nativos que hablan náhuatl es hablar de cifras y condiciones que se han vuelto lamentables lugares comunes: la mitad de los mayores de 15 años son analfabetas, el rezago educativo es abismal y la economía, que depende básicamente de una agricultura sin recursos ni tecnificación, es paupérrima. En el proceso electoral del año pasado solía decirse que comprar un voto en 50 pesos era pagarlo muy caro porque hay quienes ganan 80 a la semana.

Si esos problemas son pocos, la inseguridad en la región es un mal cada vez más lacerante. La autoridad federal clasifica a esta zona como una de las más peligrosas del estado. Al inicio del ciclo escolar, por ejemplo, los maestros rurales se negaban a regresar a clases porque eran víctimas de la extorsión del crimen organizado, cuando lo que debería estar sucediendo es la ejecución de un muy necesario plan de alfabetización y eliminación del rezago educativo como herramienta fundamental de desarrollo.

El Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) ha hecho mucho por este lugar. Ha entregado equipamiento y materiales educativos para docentes y organizado estrategias educativas, incluyendo la formación bilingüe e intercultural, entre muchos otros esfuerzos, pero hay que ayudarlo a que haga más.

¿Hay remedio para una zona marginada? Sí, activar e impulsar su vocación económica trae progreso y bienestar a sus habitantes. En este caso es el turismo. La sierra de Zongolica tiene mucho potencial para ello. Es un lugar vasto en cascadas y ríos subterráneos, grandes sótanos naturales para la práctica de la espeleología, terrenos al por mayor propicios para los deportes extremos y el campismo, además de leyendas, historias y tradiciones fuera de serie.

Hay que impulsar talleres de cultura y difusión del patrimonio cultural. Generar más propuestas apoyadas también por empresas prestigiosas por su responsabilidad social. Las orquestas Esperanza Azteca de Grupo Salinas, por ejemplo, tienen patronatos con estructuras voluntarias de colaboración y financiamiento creadas por la sociedad civil con el objetivo de contribuir a la sustentabilidad de cada orquesta en su localidad y al bienestar de sus miembros. De esa manera impulsan la integración social y la construcción de valores.

Hace falta mucha promoción e inversiones en infraestructura turística. Lo mismo sucede en otras zonas de gran potencial desaprovechado como Costa Esmeralda, lugar impresionante de vegetación abundante y playas prístinas con oleaje calmo, perfecto para nadar o para el buceo. Desde poblaciones pintorescas cono Tecolutla, Nautla es posible disfrutar del ecoturismo con paseos por los manglares y otros sitios como la Cueva del Pirata, el Salón del Silencio o el Estero de la Mojarra.

Vega de Alatorre es un municipio que conjunta playas como el Farallón de San Carlos con arena fina entre acantilados, un centro turístico de actividad pesquera, las pirámides de Las Higueras y el museo local con impresionantes murales prehispánicos.

El estado tiene tal diversidad de posibilidades turísticas que por sí mismo tiene el potencial de convertirse en una gran potencia económica. Su atractivos incluyen sitios tan históricos como la esplendorosa zona prehispánica de El Tajín, pasando por el inicio de la conquista con el desembarco de Hernán Cortés en La Antigua y toda la riqueza cultural de una de las entidades más vastas del país.

Lo que falta es visión y dar el paso.

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