Agricultura mexicana, dos universos opuestos
Hablar de la agricultura mexicana es hablar de dos universos totalmente diferentes y opuestos. Tanto, que una política nacional única para el sector, simplemente no es posible.
Por un lado, somos la potencia número 12 en producción de alimentos en todo el planeta. Nuestras exportaciones agroalimentarias representan ya la segunda fuente de divisas para el país. Llegan a más de 150 naciones aunque el 78 por ciento son a Estados Unidos. La carne mexicana, el atún, los aguacates, el tomate, los berries, las nueces, los cítricos y muchos otros productos son muy apreciados más allá de las fronteras.
A esos productores grandes y exitosos, hay que apoyarlos con promoción internacional, más tratados comerciales y reglas claras en los aspectos técnicos como el sanitario.
Pero el 80 por ciento de la sociedad rural en el país vive una realidad cotidiana distinta, severa y triste. Pequeños productores con siembras de temporal, sin tecnificación y financiamiento para ser productivos. Ejidatarios y campesinos que, en muchos casos, ni siquiera logran sacar de la tierra lo necesario para su propia subsistencia.
Una estimación oficial, por ejemplo, es que tenemos 5 millones de hectáreas arables que no se siembran, en su mayoría tierras ejidales desperdiciadas por falta de recursos para ponerlas a trabajar.
¿Cuál es la respuesta? Lo primero que queda claro es que no es un asunto simple. La historia reciente nos muestra que si bien es cierto que distorsionar el mercado con demasiados mecanismos como los subsidios no es sano, esta parte del sector agrícola debe atenderse con un enfoque social importante que le permita despegar y desarrollarse. De ahí que una de las políticas de la administración actual sea poner precios de garantía a granos básicos y productos lácteos.
¿Y los programas sociales? Hay que direccionarlos adecuadamente y liberarlos de la corrupción. El secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, calcula que en las administraciones pasadas al menos el 30 por ciento de esos recursos, que son muy cuantiosos, se desviaban y no llegaban a sus destinatarios.
¿Créditos? Habría que revisar las condiciones. A partir de la severa crisis de 1982, cuando el peso se fue al sótano y las tasas de interés al cielo, miles de campesinos quedaron en la bancarrota y con deudas impagables, situación que se repitió todavía más fuerte con la crisis de 1995. Azteca Opinión produjo la serie documental El Error: Ficción, Miedo, Debacle sobre ese momento difícil en la historia del país.
Si bien es cierto que la situación financiera del país hoy es mucho más sana, los vaivenes de la economía internacional y el nivel de tasas de interés que tenemos no son buenos aun para un sector tan vulnerable.
Una idea que está impulsando la administración actual son los créditos sin interés y a la palabra. Iniciaron ya para las mypimes con las Tandas de Bienestar y arrancarán el próximo 22 de febrero en el sector del campo con el programa Crédito Ganadero a la Palabra.
Si a eso se suma asistencia técnica, capacitación, acceso al mercado y un plan verdaderamente integral, bien podríamos ocupar un lugar mucho mejor que el 12 que ya tenemos como potencia alimentaria en el mundo, lo que abatiría los niveles lamentables de pobreza y bienestar que tenemos en el sector rural.