Norberto y Arturo
¿Cuántas madres tienen que esperar por las tardes y noches con angustia a sus hijos? Sentir la seguridad pública hecha trizas, mata. Esa sensación de impotencia. Ese sentimiento de desconfianza. No es posible que este sea el México que dejemos a nuestros jóvenes, si es que no los vemos morir antes.
A Norberto Ronquillo lo mató la impunidad, la indolencia, la ineficacia y la ausencia de una estrategia clara contra la delincuencia. La noche del 4 de junio, salió de la universidad en que estudiaba a las 21:32. Solo nueve minutos después, sus plagiarios hicieron la primera llamada. Todo fue tan rápido como subrayadamente torpe. Bajaban sus demandas con cada telefonema. Queda claro que buscaban concretar su ilícito de inmediato. Recibieron el rescate y aun así torturaron y mataron cruelmente a su víctima.
A Norberto lo mató un grupo de seres desalmados, probablemente iniciándose en las prácticas delictivas de alto impacto, engrosando las filas de criminales que tienen en aumento alarmante las cifras de la inseguridad. Jóvenes delinquiendo y jóvenes siendo víctimas. El futuro del país, secuestrado. La esperanza, raptada. La sociedad, apabullada. La autoridad, mucho más que rebasada. Sin acciones, las palabras sobran.
De acuerdo con el Semáforo Delictivo Nacional, que es un esfuerzo ciudadano, en el primer trimestre del año el secuestro se disparó 550 por ciento y la extorsión 127 por ciento. Hasta en las cifras oficiales, el panorama es desolador: 8 mil 493 homicidios en el primer cuarto de 2019, es decir, nueve por ciento más que en el mismo lapso de 2018. De seguir así, este será el año más violento y delictivo de la historia. Y faltan las cifras de lo que termina por no conocerse.
La de Norberto Ronquillo no es una historia aislada. El joven estudiante veracruzano de solo 20 años, Arturo Castagné Thomas, fue asesinado afuera del hotel donde se hospedaba en Puebla, el pasado 5 de agosto, tras resistirse a ser asaltado. No fue un incidente simple y casual. Las investigaciones revelan que los delincuentes lo siguieron desde el restaurante donde había cenado, en un centro comercial a cinco kilómetros de ahí. Queda claro que ya habían visualizado y analizado a su víctima, y creado un plan para atacarla.
¿Ladrones locales y ocasionales o parte de una mafia más grande? Todavía hay varias preguntas por responder, pero la investigación dice mucho. El vehículo que utilizaron esa madrugada fue localizado 23 días después en la Ciudad de México y Luis Javier N. fue vinculado a proceso por haber sido, presuntamente, quien lo
manejó en la huida tras el homicidio. Pasados los meses, apenas en mayo, fue detenido también el presunto asesino material, Gael N, de 27 años, quien vivía en el barrio de Tepito.
Circunstancias comparables, tiempos iguales, modus operandi en busca de resultados inmediatos y no importando las consecuencias. Mafias organizadas o la maldad del entorno social, su aliciente es la impunidad.
La autoridad no es la víctima, sino los ciudadanos, quienes votaron por un cambio y eso también significa solucionar el grande y prolongado problema de la delincuencia más allá de quejarse por el desastre recibido. Manos a la obra, ya.
@AdriDelgadoRuiz