Criptomoneda, el futuro nos alcanzó
Contra toda oposición y suspicacia, las criptomonedas son ya dinero contante y sonante. En Ajijic, Jalisco, se concretó hace pocos días la venta de un departamento con el pago del enganche mediante bitcoin. El administrador de la fibra vendedora explica que se trata de un contrato normal que estipula al activo virtual como medio alternativo de pago también para las mensualidades.
Nada que no se esperara. En Estados Unidos y Europa es cada vez más común comprar un café, sacar el móvil y pagarlo con criptomonedas como Ethereum, Binance Coin, Ripple XRP, Litecoin o Chainlink.
En México, el problema con una transacción como la de Jalisco es que tuvo que realizarse mediante una firma internacional porque el sistema financiero de aquí no tiene permitido operar con activos virtuales. En cuanto un banco anunció su propósito de ofrecer esos servicios financieros, las tres entidades reguladoras se unieron para advertir que impondrían sanciones. ¿Por qué la resistencia al cambio?
En una comparecencia institucional del Banco de México ante el Senado en abril, el argumento fue que las criptomonedas no pueden considerarse como dinero porque no cumplen con sus tres funciones: unidad de cuenta, medio de pago y resguardo de valor. Pero ¿es así?
- Son una unidad de cuenta en tanto son perfectamente capaces de expresar un precio o el monto de una deuda y su conversión a pesos o dólares.
- Son un medio de pago acreditado al punto de que ya se utilizan como tal.
- Su resguardo de valor está basado en la seguridad comprobada de la tecnología blockchain, su modelo económico y oferta finita. La escasez, como sucede con metales como el oro y la plata, crea la atracción para mantener las criptodivisas a largo plazo por su valor monetario de futuro.
Hay bancos internacionales con operaciones en México que ya incluyen a las criptodivisas en sus portafolios, en sus países de origen. Sus beneficios llegan aquí solo indirectamente porque las regulaciones no lo permiten de otra forma.
¿Tendrían que ser emitidas necesariamente por un banco central para ser aceptables? La más famosa, el bitcoin, no es de nadie y su resguardo de valor está acreditado. ¿Abre la puerta a operaciones y actividades delictivas? Esos ilícitos han sucedido toda la vida con dólares, euros y todas las expresiones del dinero fiduciario. Es una cuestión de eficacia del aparato de justicia. ¿Estabilidad? Las monedas de los países dependen de intereses políticos. Antes del régimen venezolano actual, un kilo de carne costaba 1,950 bolívares, hoy cuesta 1 millón 400 mil.
En cambio, las criptomonedas son un mecanismo que refleja las bondades y beneficios del libre mercado en todo su esplendor, su capacidad de autorregularse eficazmente y de construir innovación, desarrollo y prosperidad.
Parte de su encanto es que su uso está democratizándose. En El Salvador, el bitcoin ya está reconocido como dinero. En el mundo, la firma financiera Square del también CEO de Twitter, Jack Dorsey, vio un aumento notable en el valor de sus acciones cuando anunció el desarrollo de una especie de monedero digital que resguarda bitcoins sin conexión a internet.
En Tesla, de Elon Musk, es perfectamente posible comprar una Cybertruck por 80 mil dólares o su equivalente en criptomoneda.
Hace tres años, el multimillonario George Soros había sido un férreo detractor de las criptodivisas. Hoy, sus poderosos fondos de inversión ya están realizando operaciones continuas con ellas. “Algo como bitcoin podría haber permanecido como un activo marginal de no ser porque hemos aumentado la oferta de dinero en Estados Unidos en un 25 por ciento”. De ese tamaño es el empuje.
Quitémonos de encima prejuicios y estereotipos. Veamos a las criptomonedas con objetividad.
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