El 13º transitorio: la huella
“No sé ni como comenzar a escribir: tan aturdido así me tienen tus resoluciones”, era el sentido reclamo de un hombre a su amigo, quien buscaba entregar la soberanía y violar la Constitución, cuya defensa costó 200 mil vidas en la Guerra de Reforma.
Era 1860. El país estaba convulso desde 1857, tras la promulgación de la Constitución que abolía la esclavitud, declaraba la libertad de enseñanza y de cultos, y hacía desaparecer los fueros militar y eclesiástico, innovaciones liberales que fueron rechazadas por grupos conservadores que se apoyaron en altos mandos del Ejército.
El político liberal mexicano, Guillermo Prieto, no cabía en la decepción y la indignación. El triunfo ya era visible, pero su compañero, el general Santos Degollado, estaba dispuesto a traicionar todo ese legado. Su planteamiento era que el Presidente liberal, Benito Juárez, y el conservador, Miguel Miramón, eran un obstáculo para la paz. Propuso la intervención de árbitros extranjeros para conciliar y después se eligiera un nuevo mandatario. Prieto reclamaba a Santos Degollado su traición. “Prescindir de las vísperas del triunfo, de la bandera que nos había conducido hasta él: renegar de su fuerza cuando a su favor debemos el triunfo de la idea; y esto en un sitio en medio de caudillos entusiastas; concordar con el enemigo en la abjuración de la Constitución en el terreno revolucionario; hacer de los cuarteles fuerzas deliberantes; deponer á Juárez, al bienhechor, al amigo, al compañero... Yo no puedo explicarme esto. (...) No lo puedo creer, no lo quiero creer; quiero un mentís para esta pesadilla de vergüenzaque me hace llorar sangre”.
Vale la pena leer completa esta misiva histórica (http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1860_165/Carta_de_Guillermo_Prieto_a_Santos_Degollado_1734.shtml). Violar la Constitución es deslealtad a la patria.
Por supuesto, el general Santos Degollado fue destituido y desprestigiado entre sus semejantes políticos y militares. Curiosamente, con un proceso militar en contra, terminó sus días de jefe del Ejército arrestado por las huestes conservadoras y ante la eminente victoria de las tropas juaristas estuvo a punto de ser fusilado. Paradójicamente, fue salvado por el propio Miramón. En 1993 se buscó reformar el Artículo 82 para que bastara con que uno de los padres del Presidente de la República fuese mexicano. Eso se interpretó como una dedicatoria personal para dos miembros del gabinete.
El Congreso concedió esa reforma, pero aplazó su entrada en vigor hasta 1999, a fin de evitar el conflicto de intereses. Su primer beneficiario fue Vicente Fox. Queda claro: un solo hombre no puede cambiar la Constitución, aunque todos tienen la tentación. La Constitución de 1917, que sigue rigiéndonos, se ha mantenido como esa ley fundamental que plasma las ideas liberales que son parte de la tradición política mexicana. Se ha transformado para adaptarse a los anhelos del sufragio efectivo, el ideal democrático, el sacudirnos de imposiciones y autoritarismos. Violar la Constitución es muy grave y serio.
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