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La decisión: inflación o tasa de interés

Con toda la ilusión de su aspiracionismo y esfuerzo, Irma estaba terminando de reunir todos los requisitos para solicitar el crédito para comprar un departamento. Su padre le dio, incluso, las escrituras de una pequeña como garantía. De repente, como balde de agua helada, recibió una llamada de su gestora bancaria: su tasa de interés podría subir mucho. Una gran preocupación para Irma, quien tiene los ingresos de la clase media y el sueño de comprar una vivienda en que sus padres, adultos mayores, no tengan que subir demasiadas escaleras.


Por la mañana del jueves, el Inegi informó que la inflación a la primera quincena de junio llegó a 6.06 por ciento, lo que ligó dos quincenas arriba del doble del objetivo del Banco de México y nueve meses por arriba de esa meta de 3 por ciento. Para la tarde de ese mismo día, el Banxico utilizó su herramienta para controlar el alza inflacionaria: subió la tasa de interés en 25 puntos base para dejarla en 4.25 por ciento.


Nadie esperaba que su junta de gobierno anunciara esa decisión que tomó después de una sesión bastante álgida en que tres de sus integrantes se impusieron al voto negativo de los otros dos. Si bien controlar la inflación es muy importante, las tasas de interés y el acceso al crédito son fundamentales para impulsar la recuperación económica, pero ahora la previsión de la mayoría de los analistas es que la tasa seguirá subiendo en los próximos meses hasta quedar incluso en 5.25 por ciento al final del año.


Si bien no tenemos las enormes inflaciones que llegamos a registrar en los 80, el permitir que se despegue de la meta anual genera distorsiones que también afectan al crecimiento de la economía y al bolsillo de las personas. Entonces ¿inflación o tasa de interés? Un ejemplo simple: si una cuenta de inversión para guardar los ahorros paga un rendimiento de cuatro por ciento, pero la inflación es de 6 por ciento, entonces en realidad el ahorrador está perdiendo dinero. Pero si la tasa de interés sube, entonces los créditos se hacen más caros.



¿Cómo llegamos a este punto? Durante la parte más severa del confinamiento, más de un millón de pymes desaparecieron, abandonadas a su suerte, y los recursos públicos se enfocaron más al asistencialismo. En EU y varios países europeos, e incluso latinoamericanos, destinaron un buen porcentaje de su PIB a preservar su sector productivo.


Estamos en un escenario complicado en que la inflación aumenta y hay riesgo de estancamiento en el crecimiento económico, y por lo tanto, más desempleo. De llegar a ese punto indeseado de estanflación, el empobrecimiento generalizado sería mucho mayor que el que ya sufren 10 millones de personas que cayeron en esa condición con la pandemia.


¿Qué hacer? Paul Samuelson decía que estos escenarios suceden cuando el Estado distorsiona el mercado con medidas asistencialistas. Su receta: condiciones fiscales que incentiven la innovación y los negocios, flexibilidad laboral, defensa de la competencia y cuidado de las variables macroeconómicas.

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