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Monreal

  • Foto del escritor: Adriana Delgado Ruiz
    Adriana Delgado Ruiz
  • 15 sept 2023
  • 3 Min. de lectura

Es de los colaboradores más antiguos del presidente López Obrador, ha dicho sin tapujos que no es un subordinado incondicional sino un socio.


La historia de Ricardo Monreal es la de un político que sabe abrirse paso y lograr desde el disenso. De los colaboradores más antiguos del presidente López Obrador, ha dicho sin tapujos que no es un subordinado incondicional sino un socio. En la práctica ha mostrado una independencia política mal vista por otros morenistas y también ha protestado cuando ha sido excluido de oportunidades.


Monreal sabe que, por mucho que alguna corcholata reitere los años y luchas junto al presidente, él no asume deudas políticas con nadie sino un compromiso suyo y de todos sus partidarios con la transformación que emprendieron. Por tanto, el sucesor ideal en Palacio Nacional sería quien garantice mejor la continuidad de su movimiento.


La historia de tempestades de Ricardo Monreal inició en 1998, cuando el PRI lo excluyó de la candidatura al gobierno de Zacatecas. Un año antes, había sido orador en la presentación de un libro muy crítico de la administración del presidente Ernesto Zedillo. Aunque su intervención fue para establecer un contrapeso, Monreal se había ganado la antipatía de Los Pinos.


Luego de encabezar una marcha sin precedentes en la capital zacatecana, dejó el priismo. Desde el gobierno federal se desató una andanada de acusaciones sobre sus presuntas ligas con el crimen organizado, que nunca se probaron. Cinco mil militantes del PRI abandonaron el partido, no vieron al PAN como una opción, así que Monreal llegó a la gubernatura en una elección en que tuvo en contra todo el aparato del Estado. Lo hizo como candidato del PRD, presidido entonces por López Obrador y así nació esa sociedad política cuyo primer fruto, en 2004, fue que Amalia García fue la siguiente gobernadora de Zacatecas.


En los años siguientes, más tempestades. Monreal estuvo al lado de AMLO en su defensa jurídica y política durante el desafuero de 2005, el conflicto tras la elección presidencial de 2006 y como integrante de una comisión en el ‘gabinete legítimo’ integrado para vigilar el desempeño del gobierno calderonista.


Para 2018 ya se avizoraba la ola de triunfos morenistas. Como alcalde en Cuauhtémoc, el paso natural para Monreal era competir por la Jefatura de Gobierno de la CDMX, pero Claudia Sheinbaum fue la designada. Monreal se inconformó por la encuesta de Morena, dado que muchas externas lo daban ganador a él. Su protesta no tuvo éxito, pero fue enviado a coordinar la bancada del partido en el Senado.


Tres años después, recibió la instrucción partidista de no meter las manos en las elecciones intermedias, por lo que no debía apoyar a Dolores Padierna para la alcaldía Cuauhtémoc. Pero hubo señalamientos de que habría “impulsado” a Sandra Cuevas mediante la alianza opositora, lo que ocasionó su marginación del primer círculo presidencial.


En el Senado, las tempestades siguieron. Monreal se abstuvo de votar por el paso de la Guardia Nacional a la Sedena, contra la reforma eléctrica y también contra el plan B electoral. Su argumento, la constitucionalidad de esas iniciativas y el desaseo político y jurídico con que habían sido procesadas en la Cámara de Diputados.


Llegada la hora de develar a las corcholatas, Monreal no figuraba. De nuevo, acusó recibo de exclusión. El presidente López Obrador lo revivió en la jugada política al incluirlo en la cena con todos los aspirantes morenistas que tuvo en un restaurante el 6 de junio.


Ricardo Monreal sabe que la candidatura presidencial no es un escenario realista, pero permanecer en el círculo es vital. Aún podría contender por la Ciudad de México o convertirse en el factor de cohesión en el liderazgo de Morena, dado que no hay muchos cuadros que muestren esa capacidad específica. Los días próximos traerán nuevas tempestades.


POR ADRIANA DELGADO

 
 
 

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